Es muy difícil para mí hablar de ella… Los dos estudiamos Medicina y terminamos la subespecialidad al mismo tiempo. Nos hicimos doctores; ella obtuvo una plaza en Puebla. Aun así, nunca nos separamos. 

Es difícil para mí… Cuando entré a terapia intensiva, Paola estaba intubada. Alguna ocasión, en que me sentía muy triste y los problemas en el trabajo me tenían deprimido, muy decaído, me tomó de la mano y me llevó a conocer Cancún; viajamos por Tulum, Bacalar, todas las playas.

Al final del viaje, se sentó en la arena y me preguntó cómo me sentía. “Mejor”, respondí. “Ves, me dijo, no todo en la vida es trabajo. También tienes que disfrutar”. 

Es difícil para mí… Las enfermeras de terapia intensiva tenían mucho trabajo y yo me encargué de bañarla, peinarla, ponerle crema. Me preguntaba a mí mismo cómo es que estaba haciendo eso con mi hermana si ella tenía 36 años, se acababa de casar y tenía un hijo de un año. Paola estaba intubada y no podía escucharme. 

Mi hermana fue una doctora muy dedicada. Era especialista en neonatología. Pocos doctores podían dar atención a esos pequeños como ella. Era la primera en llegar y la última en irse. Los neonatos son pacientes muy delicados y, muchas veces, ella se quedaba hasta las 12 de la noche para cuidarlos. 

Cinco días después de que nos dieron la noticia de la muerte de Paola, yo enfermé también y estuve muy grave; después se contagió el resto de la familia. Por eso es muy difícil para mí… caer en cuenta que ella no está y quedarme con los recuerdos de nuestros viajes, de todo lo que hicimos juntos.

Testimonio:

Miguel Robles Ibarra (hermano)

Reportero:

Juan Manuel Coronel