Soy de Belice y tengo pocos años en el país. Ahora vivo en Cancún y aquí conocí al doctor Brito. Me lo mandó Dios, por así decirlo. Mi pareja tuvo un accidente en motocicleta. Lo golpeó un carro y lo dejó tan mal que, al llegar al hospital, me dijeron que tenía 24 horas de vida. 

Una encargada del seguro social me dio el número de tres neurólogos. Marqué los primeros dos y no hubo respuesta. El tercero era del doctor Brito. Cuando llegó al hospital me dio esperanzas. Yo estaba asustada, con mis niños llorando, histéricos todos. 

Fueron horas que nunca olvidaré. El doctor me explicó la situación y, como soy extranjera, no entendí mucho. Me notó desesperada y me calmó. Además de nuestra tragedia, la operación de mi pareja tenía un costo de 50 mil pesos. Le supliqué que lo operara, aunque no tenía dinero para pagarle. Accedió, entró al quirófano y lo salvó. De la operación sólo me cobró una pequeña cuota. Ahí estuvo con nosotros todos los días. 

Teníamos una cita de evaluación, pero nunca se realizó porque el doctor falleció. Nos destrozó el corazón que la persona que le salvó la vida a mi pareja hubiese muerto. Era el único que sabía cómo darle tratamiento. ¿Cómo es la vida, no? Poco tiempo después me separé de mi pareja, aunque siempre le agradeceré al doctor por darnos esperanza en esos momentos oscuros.

Testimonio:

Irma Carolyn Daniels (paciente)

Reportero:

Juan Manuel Coronel