Le gustaba viajar y su lugar favorito era un pueblito llamado San Francisco Huapanapan, en Oaxaca. En ese lugar conoció a su esposo. Cada año lo visitaban. Como era muy devota de San Francisco de Asís, los 4 de octubre no podían faltar a la fiesta que se celebra en ese lugar. De hecho, ella y su esposo construyeron una casa para pasar su vejez en ese pueblo. 

Le encantaba el café. A cualquier hora del día se le podía ver con su taza. Tampoco se resistía a los dulces y las galletas. Mostraba mucho amor por lo que hacía. Con sus pacientes era empática; muy atenta y cálida porque decía que se preocupaba por ellos como personas. 

Cuando las sobrinas la buscábamos, estaba disponible a la hora que fuera. Si le marcabas a las dos de la mañana, ella iba a tu casa a atenderte. Algo que la distinguía era su peculiar forma de sonreír. Una forma muy especial, contagiosa, con un sonido melodioso y lindo. 

Mucha de nuestra familia enfermó de Covid-19. Su esposo también falleció, una semana antes que ella. Se frustraron sus planes: ya no pudieron irse a su casa de retiro en Huapanapan.

Testimonios:

Iris Luna (hermana), Jessica Luna (sobrina)

Reportero:

Juan Manuel Coronel