Conocí al doctor Alvarado porque se unió a nuestra congregación cristiana. Vivíamos en la Sierra Norte del Estado de Puebla, en un pueblo llamado Necaxa-Canaditas. Él era el pediatra de la región y era muy respetado por la comunidad. Estaba comprometido con su trabajo. Fue el médico de toda mi familia, cinco hermanos y mi mamá. Le dio oportunidad a mi hermana Gabriela de ejercer como enfermera y trabajar con él. 

En una ocasión mi madre llevó a consulta a uno de mis hermanos, que estaba con vómito y no encontraba paz ni en el sueño. El doctor Alvarado lo diagnosticó y nos informó que debía ser trasladado de inmediato a urgencias de hospital para su atención. Sin embargo, mi mamá no tenía dinero para trasladarse al hospital más cercano, a tres horas de distancia.  El doctor le dio dinero a mi mamá, sin agobiarla con ningún plan de pago. Le dijo que se fuera lo más rápido al hospital, pues mi hermano podía morir. Así era.

Lo recuerdo muy bien, siempre amable, educado, sensible a la necesidad. Positivo en sus diagnósticos. En fin, un hombre de fe.

Testimonio:

Lucy Carbillo (amiga)

Reportero:

Juan Manuel Coronel