Era un hombre que siempre dio todo por sus hijos, sus nietos y una servidora. Me sorprendía la manera en que todas las personas lo querían. Cuando lo acompañaba con sus amigos, se referían a él como “el mejor compañero”, “el padrino”, “mi amigo”. Era lindo. Todos sus compañeros de la clínica 79 extrañan mucho su espíritu alegre, juguetón y bromista. Siempre con una canción entre dientes. 

Yo era mucho más joven que él, por lo que sus amigos y familia le cargaban carrilla; le decían, “íralo, mata carita”. Un día, me dijo que le dolía la espalda y le di un masajito, pero entre juego y juego le di un apachurróny terminé fracturándole la costilla. Era inevitable esconder el accidente porque anduvo caminando muy derechito con faja por semanas. Imaginarás el montón de burlas que le trajo eso.

Poco después de eso, y como le encantaba bailar y cuando supo que La Sonora se iba a presentar en Matamoros, me dijo “vamos”, aun con la costilla fracturada. Esa vez dejó a su familia el fin de semana para que nos fuéramos a bailar los dos. Esa fue, sin duda, una de las mejores noches de mi vida; presumimos pasos, fuimos felices.

Al ser el hijo más pequeño, era el pilar de su familia. Por eso las reuniones eran en su casa. Se me adelantó antes de que pudiéramos tener nuestros propios hijos; siempre quiso formar una familia conmigo. Teníamos muchos planes, pero el tiempo que Dios nos permitió vivir juntos siempre fue de gran felicidad.

Testimonio:

Grecia Fernández de Almaguer (pareja)

Reportero:

Juan Manuel Coronel