Fidel decía que un gesto de amor logra milagros. Lo conocí en 2010 en Cancún. Ambos éramos originarios de la Ciudad de México, así que congeniamos. Como todos, venía a probar suerte. Estábamos en una brigada médica; cada fin de semana dábamos asistencia gratuita a población vulnerable y viajábamos a comunidades que no recibían atención de salubridad.

Conseguimos una oportunidad de trabajo en los Servicios Estatales de Salud, en el Centro de Salud 14 de la Jurisdicción Sanitaria II. Su sueño era lograr una plaza. A veces desistía, no es sencillo, pero trataba de animarlo y le decía que no se diera por vencido. Yo obtuve mi plaza antes, así que lo alentaba todo el tiempo. En 2018 le dieron la buena noticia de que era personal homologado. 

Siempre fue solidario y empático con todas las personas que logramos ser parte de su historia de vida. Cuando se enteró de mi primer y único embarazo, se emocionó mucho. Era embarazo gemelar y él no lo podía creer; estaba muy feliz. Era como si su hija le hubiese dado esa buena noticia. Era muy paternal. Siempre me echaba porras porque tomé la decisión de enfrentar el embarazo sola. “Un gesto de amor logra milagros, me dijo.

En alguna ocasión, cuando hacíamos la brigada, una señora de 90 años llegó a solicitar atención médica y cuando le hizo saber que no tenía dinero para comprar medicamentos, Fidel se levantó y sacó los billetes de su cartera. La señora lo empezó a besar y él se ruborizó mucho. 

Lo recuerdo con mucho cariño, siempre con un libro en la mano. Siempre solidario. 

Testimonio:

Médica Paulina Gómez (amiga)

Reportero:

Juan Manuel Coronel