Cuando todo comenzó, mucho personal médico se ausentó o enfermó. Entonces, llamaron a los trabajadores eventuales, entre ellos mi madre. Le insistí en que no fuera, le dije que me molestaba que en estos tiempos tan duros la llamaran a trabajar y que tenía miedo de que se contagiara. 

Mi madre me respondió con el lema que usaba siempre: “Hay que decretar cosas buenas y nunca llamar a lo malo”.

En nuestra última conversación, le pregunté por qué había accedido a ir a trabajar, aun sabiendo que los eventuales tienen menos garantías y ganan menos.

Ella me contestó: “Hija, desde hace un mes Dios me dio la misión de estar atendiendo a todo paciente con Covid-19 y aquí estoy. No temo a la enfermedad porque Dios está conmigo; y si no, ni modo. Así será, como él tenga mi destino. Cuídense ustedes, yo estaré bien”.

Mi madre fue una estupenda profesionista. Se recibió de técnica en Trabajo Social en el CBTIS 79 de Boca del Río, Veracruz. A los 40 años comenzó su licenciatura también en Trabajo Social, la cual terminó en 2016. Recuerdo que mi madre siempre estaba trabajando, de ocho de la mañana a tres de la tarde en la Jurisdicción Sanitaria; y de tres en adelante en el ISSSTE. Siempre trabajó, incluso cuando había huracán. 

Estoy completamente devastada; mi madre fue mi mano derecha, la persona con la cual contaba para todo. No es justo. Fue trabajadora eventual durante 20 años y nunca pudo recibir su título como trabajadora social. Mi madre perdió la vida el 19 de mayo de 2020. No pude despedirme pues llegué de Monterrey dos horas después de que ella se internó. 

Testimonio:

Nahomy Callejas Cruz (hija)

Reportero:

Juan Manuel Coronel