A su manera y con las distancias guardadas, podría decirse que Manuel de Jesús era un breve compendio de conocimientos médicos prácticos: sabía de neumología, cardiología, nutrición, atención en procesos quirúrgicos, urgencias y emergencias.

La imposibilidad económica de sufragar sus estudios universitarios de Medicina no impidieron que este sonorense, de complexión sólida, adquiriera por su cuenta y durante años el conocimiento de un área que lo había fascinado desde que cursaba el bachillerato.  

Dulce Navarro, una de sus amigas más cercanas, da cuenta de ello. Por eso, “comparaba libros de medicina que devoraba y tomaba cursos de actualización. Decía en broma que era un médico en formación”.

Manuel de Jesús sabía desde joven que esa era su vocación y su familia también lo supo cuando un día, al regresar de la preparatoria, se plantó ante sus padres Ofelia y Manuel y les anunció: “Ya sé qué voy a estudiar: seré médico, atenderé a toda la familia”. Doña Ofelia lo abrazó, con orgullo, en señal de aceptación. 

Nacido en Ciudad Obregón  en julio de 1978, Manuel se tropezó con un obstáculo cuando llegó el momento de ingresar a la universidad: los extendidos efectos del “error de diciembre” de 1994 se vivían en todo el país y la modesta economía de su familia no alcanzaba para cubrir los gastos que implica cursar la carrera de Medicina. Su padre era el único que trabajaba y el sueldo era insuficiente. 

Esa situación lo hizo cambiar de manera extraña y radical: estudiaría arquitectura. Luego de algunos meses tomó un par de maletas y viajó a Hermosillo para presentar su examen de ingreso a la Universidad de Sonora. No le fue bien, pero no se desanimó. Era sólo un revés. Sólo eso.

Manuel de Jesús empezó a laborar entonces en una tienda departamental para contribuir con los gastos de la casa. Se daría algún tiempo para pensar.

El siguiente año sería decisivo. Entonces tomó la decisión por la que optan muchos jóvenes en su situación: estudiar la licenciatura en Enfermería. “La medicina se convirtió en su pasión. Estudio y disfruto su estancia en la Universidad de Sonora hasta graduarse, en 2006, en pleno mundial de futbol”, cuenta Martín Adrián, su hermano menor.

Ese mismo año volvió a hacer las maletas y se fue a vivir a Tijuana, Baja California, donde su hermana María, la mayor, ya radicaba. Las puertas del Hospital Ángeles se abrieron para el joven enfermero recién egresado, donde permaneció tres años.

A finales de 2009, un golpe de suerte lo ayudó. El Hospital General Regional 1 del IMSS en Tijuana lanzó una convocatoria para contratar a personal de enfermería. No dudó en presentar su solicitud.

Lo aceptaron y desde 2010 ingresó como enfermero general al área de terapia intensiva. La mayoría de los internos eran pacientes críticos que necesitan atención integral, lo que reforzaba el compromiso de Manuel de Jesús como un profesional de la enfermería.  

Cada mañana, al ingresar al hospital, se subía a ese vertiginoso tren de la urgencia médica: colocar suero, revisar signos vitales, medir la temperatura, colocar sondas… 

A cada paciente le dedicaba el tiempo necesario. Lo miraba a los ojos y siempre les recetaba una dosis de aliento: “Hoy tu semblante parece más brillante” y les decía lo bien que habían respondido al tratamiento. 

“Siempre fue muy positivo. Llegaba a levantar el ánimo a todos los enfermos y preguntaba: ‘¿Cómo pasó la noche?’ Todos los médicos se apoyaban en él porque tenía un vasto conocimiento sobre la medicina”, atestigua Abigail Martínez, otra de sus amigas enfermeras en Tijuana.


Hermano querido… todos los días tengo que convencerme de que tengo que aprender a vivir con tu ausencia…

De María, hermana de Manuel de Jesús


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Quienes lo conocieron describen a Manuel de Jesús como un hombre agradable, de carácter estricto, pero alegre. Renunciaba a su individualidad por el bien común. De personalidad reservada, su círculo de amistades era estrecho. 

Además del hospital del IMSS, trabajaba en el Hospital Ángeles de Tijuana y con pacientes particulares. Y aunque eso le dejaba buenos ingresos económicos, la situación no dejaba de inquietarlo. 

“A veces me siento como encima de un vehículo que no puede frenar porque no me duele quedarme horas extras, ni sacrificar mi vida personal”, le confió alguna vez a Abigail.

Quería cambiar algunos aspectos de su vida. Durante un buen tiempo había vivido con una joven con la que hace siete años tuvo un hijo. Pero se separaron. Manuel solía convivir con el niño todos los fines de semana. 

Al llevar al niño de regreso a su casa, sentía un tremendo vacío. Quería mucho a su hijo y aún conservaba fotos de ella en su celular. Llevaba ya tres años viviendo solo, aunque no perdía la esperanza de recuperar a su familia.

Aficionado al futbol, Manuel jugaba en un equipo integrado por médicos, enfermeros, anestesiólogos, operadores de ambulancias y camilleros de distintos hospitales y clínicas de Tijuana.

Su equipo se reunía los fines de semana en las instalaciones deportivas del IMSS y entrenaba dos horas. No eran profesionales, pero la pasaban bien en los torneos que se organizaban. “Los partidos lo animaban y llenaban de júbilo”. comenta Dulce.


Hoy caigo en cuenta que jamás te volveré a ver, sin embargo en mis recuerdos y en mis sueños estarás siempre presente

De Martín, hermano de Manuel de Jesús


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A Manuel le llamaban El Amenazas porque todos los días pronunciaba esa frase en el hospital. Cuando veía que un paciente crítico estaba a cargo de algún compañero al que no le tenía confianza, decía: “Al enfermo lo dejaron con fulanito de tal y es una amenaza”. 

Entre broma y broma, volvía aplicarle el calificativo a otro de sus compañeros: “Fulanito es una amenaza, cómo le dejan a este paciente”. Él mismo reía cuando se enteró de su apodo. No le importaba. Era un enfermero estricto y corajudo que defendía su gusto por las cosas bien hechas.

“Por ejemplo, cuando aplicaba algún medicamento a los pacientes era muy ordenado. Seguía el paso 1, 2 y 3. Si uno de los compañeros no seguía la secuencia, le reclamaba: ‘Tú no haces bien el trabajo’, lo que generaba un debate entre ellos”, comenta Dulce, especialista en terapia respiratoria.

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Manuel no se dio nunca por vencido. Es verdad que cuando lo intentó no pudo estudiar medicina, pero planeaba ya cursar en 2021 la especialidad de Enfermería en Cuidados Intensivos. “He aprendido mucho al trabajar en el área. Pero necesito conocer más a fondo otros aspectos teórico-prácticos”, comentaba a sus amigas.

Otro proyecto también lo emocionaba: la posibilidad de abrir una farmacia. Se asoció con un amigo, el médico Juan Tonix, y la idea ya llevaba en mayo de este 2020 un 70 por ciento de avance.

Pensaba que la farmacia era una buena opción para invertir su dinero y también “un lugar donde la gente lograría conseguir, a precios justos, lo que el hospital no le entregaba”.

Juan era su camarada. Convivían con frecuencia y cuando les tocaba cubrir la guardia en el hospital, se apoyaban en todo. 

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La llegada del virus que causa Covid-19 sacudió todo en la normalidad del hospital. A Manuel le tocó atender a pacientes contagiados. La pandemia iba en ascenso y llegó una mala fecha para Manuel: la primera semana de mayo. Se empezó a sentir enfermo: altas temperaturas y mareos. Ante los síntomas, decidió guardar cuarentena en casa. 

Como vivía solo, su amiga Abigail le acondicionó una recámara en su casa para poder vigilarlo de cerca. Las cosas no marcharon bien y luego de una semana, tuvo que internarlo en el hospital del IMSS. Ya presentaba crisis respiratoria.

Manuel ingresó a terapia intensiva y tuvo que ser intubado. El organismo del enfermero resistió y luego de una semana y media logró superar esa etapa, aunque permaneció en el hospital porque seguía delicado. 

Cuando estaba intubado, varios médicos y enfermeros con los que jugaba futbol pasaron a darle ánimos: “Te vas a componer porque te necesitamos y te queremos en el partido”, le pronosticaban y a Manuel eso lo reconfortaba. 

“Estoy bien contento porque hay mucha gente que no me conoce y vino a saludarme”, le comentó a Dulce.

Sin embargo, la enfermedad no lo iba a soltar tan fácil. El virus le afectó otros órganos y debieron operarlo. Después de la intervención, Manuel entró en crisis. Murió el 1 de junio, un mes antes de cumplir 42 años.

Manuel ya no pudo inaugurar la farmacia, ni estudiar la especialidad, ni seguir divirtiéndose los fines de semana con su hijo, ni rehacer su familia. Se convirtió en la primera baja del personal de salud en el Hospital General del IMSS en Tijuana.